Desaparición forzada y trauma cultural en México: el movimiento de Ayotzinapa
Enforced disappearance and cultural trauma in Mexico: the Ayotzinapa movement
Tommaso Gravante / t.gravante@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-1168-931X
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Resumen: La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en 2014 dio vida a una amplia e inusual respuesta por parte de la sociedad civil mexicana. La pregunta que responde la investigación es: ¿qué sucedió en esta ocasión para generar una amplia movilización ciudadana? Con base en la propuesta de Jeffrey Alexander de trauma cultural, raramente utilizada en el análisis de la acción colectiva, analizaré el porqué y de qué forma la sociedad mexicana ha enmarcado los hechos de Ayotzinapa. El análisis se fundamenta en el trabajo etnográfico efectuado a lo largo de un año (septiembre 2014-2015) durante las distintas manifestaciones en solidaridad con los padres de los estudiantes desaparecidos emprendidas en la Ciudad de México y de 70 entrevistas realizadas en la manifestación nacional del 26 de septiembre de 2015, que conmemoraba un año de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas.
Palabras clave: movimientos de víctimas, trauma cultural, desaparición forzada, emociones, violencia.
Introducción y planteamiento del problema¹
En América Latina, la desaparición forzada ha sido una estrategia empleada por las distintas dictaduras militares para infundir terror en los ciudadanos y eliminar a los sujetos que se consideraban peligrosos. En México, aunque nunca se vivió la experiencia de un golpe de Estado militar –desde la represión estudiantil de 1968 y la llamada guerra sucia en contra de las guerrillas–, las violaciones graves como la desaparición forzada, tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes se han trasformado en un modus operandi que no se ha limitado a la actuación aislada de funcionarios, sino a un fenómeno de carácter generalizado y operado por los cuerpos de las instituciones de seguridad, grupos paramilitares y organizaciones criminales (Open Society Foundations, 2016; Instituto Belisario Domínguez, 2016; CNDH, 2016; GTDFI, 2015). Los informes de la Secretaría de Gobernación mexicana y otros organismos independientes internacionales registran más de 20 mil casos de desapariciones en el país (Segob, 2016; Open Society Foundations, 2016; CIDH, 2015).
A pesar de que la desaparición forzada en México registra niveles similares a aquellos países que han experimentado guerra civil y violencia política como Siria y Paquistán (GTDFI, 2015), en la última década la respuesta de la sociedad civil mexicana ha sido débil y discontinua, a diferencia de otros países como, por ejemplo, Guatemala, Argentina y Chile. La reciente Encuesta Nacional de Violencia Organizada (ENVO)² (Schedler, 2014) destaca esta tendencia al mostrar que: el 89.4% de los entrevistados en 2013 se ha abstenido de participar en cualquier forma colectiva de protesta y el 75% ha declarado no tener conocimiento de la existencia de los movimientos de las víctimas de desaparición.
El 26 de septiembre de 2014, la muerte de seis personas y la desaparición forzada de 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero, hizo emerger en México un amplio movimiento en solidaridad con los familiares de las víctimas, cuya principal consigna es la presentación con vida de estos jóvenes.
La respuesta que dio la sociedad mexicana a la desaparición de los estudiantes rompió esa tendencia hacia la inacción, dando lugar a un movimiento inédito para el país (Alonso-Sánchez y Alonso-Reynoso, 2015). Dicho movimiento se caracteriza por una alta participación de ciudadanos que no se vinculan a ningún sector permanentemente organizado de los movimientos sociales u organizaciones formales. Los datos del Laboratorio de Análisis de Organizaciones y Movimientos Sociales (LAOMS, 2015a y 2015b) del CEIICH-UNAM, que se vale de la metodología del Análisis de Eventos de Protesta, destacan que después de los acontecimientos de septiembre de 2014 hubo un incremento de los eventos de protesta, habiéndose realizado después de esta fecha el 47% de las acciones colectivas de todo 2014, año que tuvo un incremento de la protesta del 120% sobre la tendencia media anual. Esto nos lleva a preguntar: ¿qué pasó en esta ocasión para generar una amplia movilización a lo largo de todo el país? La relevancia de la pregunta reside en el hecho de comprender por qué la sociedad civil mexicana no quiso ver la desaparición de los 43 estudiantes como un caso aislado más.
Para contestar esta interrogante, considero necesario, en primer lugar, comprender cómo la sociedad mexicana ha enmarcado la desaparición forzada de estos jóvenes. Mi hipótesis inicial es que los hechos de Ayotzinapa originaron un proceso social de trauma colectivo; por lo tanto, me apoyaré en la propuesta de Alexander (2002, 2004 y 2016), raramente utilizada en el análisis de la acción colectiva.
El texto se desarrollará de la siguiente forma: primero analizaré cómo determinadas emociones permiten enmarcar la desaparición forzada de los estudiantes como un trauma cultural colectivo. Segundo, apoyándome en la literatura sobre emociones y protesta, examinaré el proceso de politización del trauma colectivo que lleva a modificar la relación entre ciudadanos e instituciones públicas. Por último, a manera de conclusión, destacaré cómo la espiral de significados que desata el trauma cultural colectivo por los hechos de Ayotzinapa da lugar a una nueva narrativa social.
El análisis se fundamenta en un diseño de investigación constituido por dos etapas: 1) el trabajo etnográfico efectuado a lo largo de un año (septiembre 2014-2015) de manifestaciones realizadas en la Ciudad de México, lo cual nos permite comprender el papel de los participantes individuales, organizaciones y grupos, cómo se estructuraban los diversos actores y qué patrones de significado se repetían (Andretta y Della Porta, 2008; Andretta, et al., 2002; van Stekelenburg et al., 2012) y 2) las 70 entrevistas realizadas a lo largo de la manifestación nacional del 26 de septiembre de 2015, que conmemoraba un año de la desaparición de los 43 estudiantes normalistas. Se entrevistaron a 46 mujeres y 24 hombres, de los cuales el 16% tenía 20 años o menos; el 28%, entre 21-30 años; el 23%, entre 31-40 años; el 15%, entre 41-50 años; el 10%, entre 51-60; y el 8%, 61 años o más. De los 70 entrevistados, 64 declararon no pertenecer a ninguna organización o contingente presente en la marcha. En el análisis se incorporan indistintamente las 70 entrevistas.
1. Esta investigación fue ganadora de la Seventh Worldwide Competition for Junior Sociologists seleccionada por la Gran Juria de la Asociación Internacional de Sociología.
2. La investigación ENVO que reconstruye las percepciones y actitudes de los ciudadanos y las élites fue de alcance nacional. Las encuestas en la población se realizaron entre octubre y noviembre de 2013 en vivienda, con una muestra de 2,400 casos; y entre noviembre de 2013 y febrero de 2014 de manera telefónica para las élites con una muestra de 629
Deja un comentario